Villavicencio es una magnífica área natural de 72.000 hectáreas, donde los guanacos deambulan por todos lados, mientras que los zorros colorados se te acercan tímidamente, casi como para compartir una selfie. El camino en sí es un majestuoso ascenso a través del desierto, rocas, minas de plata abandonadas y bosques petrificados, ofreciendo algunas de las vistas más impresionantes. Conocida como la Ruta de las 365 Curvas, es la forma más off road de llegar a Uspallata, continuando el camino a Chile.

El nombre en sí proviene de Joseph Villavicencio, ex capitán de las Islas Canarias y emisario español, primer visitante que construyó una casa en 1680 en estos parajes cordilleranos.

Los arqueólogos creen que la zona ya estaba habitada hace 12.000 años por tribus de cazadores-recolectores de comunidades prehuarpe que acampaban alrededor de manantiales, cazaban guanacos, choiques y liebres, cosechando además los frutos del algarrobo. A raíz de la fundación de Mendoza en 1561, los jesuitas llegaron excavando en busca de plata y oro en la que fue una de las primeras minas del país en el área de Paramillos, a 12 km del hotel actual.

Villavicencio está literalmente atravesada por la historia argentina. De 1561 a 1891 fue la vía principal entre Buenos Aires y Santiago y desde 1817 parte la ruta sanmartiniana que celebra la campaña por la Independencia. A la entrada de la Reserva, el Monumento Canota conmemora el momento histórico de 1817 cuando dos columnas del ejército andino del general San Martín se separaron antes de cruzar a Chile para emprender la campaña libertadora. Esta división fue crucial en el ingenioso plan militar de San Martín para engañar a las tropas españolas y comenzar la Campaña por la Libertad que conduciría a la independencia del continente de la dominación colonial.

El embotellado de agua se inició en 1903. Tres franceses, con un farmacéutico local y un médico, descubrieron poderes curativos en el agua cristalina, rica en calcio y potasio, y comenzaron a venderla en pequeños frascos de vidrio en las farmacias de Mendoza. En 1923, Don ángel Velaz creó la Sociedad Termas de Villavicencio e hizo exitoso el negocio del agua al resolver el tema del transporte acuático a Mendoza con la instalación de un acueducto. También creó el ícono de la marca con la construcción del Hotel Termas de Villavicencio en 1940. La Segunda Guerra Mundial había estallado en Europa y, como el resto de la clase alta argentina, Velaz no pudo llegar a Francia para su rutina anual de baños termales. El majestuoso hotel se inspiró en sus viajes a Europa y principalmente a Evian.

El edificio del hotel fue construido en el mismo período de tiempo que muchos hoteles sociales en Argentina (principalmente en Chapadmalal), siendo administrado de forma privada y atendido a una clientela especial que buscaba descanso y curación durante el verano. Construido en menos de 6 meses, el hotel es un edificio de estilo normando, con su típico techo inclinado de ladrillo rojo y paredes blancas inmaculadas incrustadas por cruces de madera oscura que le dan un aspecto grave. Aparte de la calidez de algunos murales y pinturas, la parte interior es austera y el mobiliario es principalmente rústico. Las lámparas estaban hechas de ruedas de carro y cabeceras de hierro.

A su llegada, las personas se registraban y se sometían a un diagnóstico médico antes de instalarse en una de las 30 habitaciones con baño privado y agua termal en la que disfrutarían de su tratamiento durante las vacaciones prolongadas. Pero Villavicencio no solo fue el paraíso vacacional de los miembros seleccionados de la élite argentina. Su terraza y la magnífica vista que ofrecía eran un destino obligado para la burguesía local. Iban a tomar té durante el día, quedar hipnotizados por el paisaje, darse un baño y, finalmente, llevarse a casa algo del preciado líquido.

Detrás de las persianas que hoy esconden los interiores del hotel, se puede imaginar el bullicio del comedor, los remolinos en el salón de baile, la charla ociosa de los caballeros haciendo cola en la barbería y la extravagante elegancia de algunas damas. Los jardines en terrazas fueron diseñados por el hijo de Carlos Thays, el creador del gigantesco Parque General San Martín mendocino y de numerosos parques en todo el país. Los terrenos estaban plantados con árboles europeos exóticos, estanques de jardín y senderos que invitaban a una mayor exploración. Por supuesto, también estaba la cancha de tenis obligatoria de la época. Además de brindar hidroterapia a su anfitrión, el hotel también promovió un estilo de vida saludable invitando a la gente a comer bien y hacer ejercicio.

En este maravilloso jardín hoy podremos disfrutar con toda la familia de las actividades de arborismo y tirolesas en un fabuloso diseño que respeta y realza la hermosa flora del lugar.

La esposa de Velaz y sus amigos estaban preocupados por la espiritualidad de la gente del lugar. Alejadas de cualquier parroquia, las damas habían notado que muchas parejas que trabajaban en el área no estaban casadas ni sus hijos bautizados y que muchos residentes del hotel simplemente no asistían a misa debido a la distancia. Un año después de la inauguración, en 1941, se erigió una pequeña capilla con un techo de caña tradicional. La iglesia neocolonial del arquitecto Ramos Correas alberga un impresionante altar que muestra la última cena de Horacio Cruz, la podemos visitar durante nuestro paseo por el predio.

Desafortunadamente, bajo la dirección de Velaz, el hotel nunca fue rentable. Estaba abierto todo el año cuando el turismo era muy estacional. Dependía de costosos generadores de energía para la electricidad y el personal era la friolera de 90 personas para atender a solo 60 invitados. El agua que fue el motivo de su existencia provocó lentamente la muerte prematura del hotel. La rica cantidad de mineral bloqueó lentamente las cañerías y finalmente condujo al cierre del hotel en 1970. La escasez de alojamientos en Mendoza para el Mundial de 1978 vio su breve reapertura para acomodar a la prensa extranjera. Ese mismo año, el Grupo Greco, había planeado restaurar y ampliar el hotel para hacerlo económicamente viable, pero después de menos de un año de gestión el grupo quebró y fue tomado por la dictadura militar. Después de 12 años de control estatal y mantenimiento mínimo, el lugar y la planta fueron comprados por el grupo Cartellone, quien restauró parte de los jardines pero rápidamente descartó cualquier posibilidad de reabrir el hotel ya que la inversión requerida era demasiado alta. En 1999 la empresa multinacional francesa Danone adquiere la propiedad que se extiende por 72 mil hectáreas y decide destinarlas a la conservación de este patrimonio natural.

Desde el año 2000, Villavicencio está oficialmente reconocida como Reserva Natural, la zona ha sido considerada de interés arqueológico, botánico y geológico durante siglos. Charles Darwin, en un viaje secundario de su famoso viaje en el Beagle, pasó dos días en Villavicencio en 1835, donde descubrió un bosque fosilizado de Araucarias. Fue cerca de aquí que también notó fósiles marinos a 3000 metros sobre el nivel del mar y el germen de la teoría de la evolución se plantó en su mente. Como podrán notar, Villavicencio tiene una gran historia además de contener un área natural maravillosa. Los invitamos a visitarnos, conocer y divertirnos en las atracciones del Villavicencio Park!